martes, 23 de abril de 2013

Cartas de Julio Cortázar a Silvia Monrós




29-XI-82

Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes, después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla. No puedo agregar nada, salvo que ella te quería mucho y se alegraba con cada una de tus cartas. Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón.

Te abraza

Julio

13-XII-82

Silvia, vendrá el día en que pueda escribirte o verte –que sería lo mejor. Ahora no puedo, vivo en otro plano que el de las palabras, y si tu carta me trae tanto cariño por Carol y por mí, no alcanzo a responderla, creo que comprenderás y que vendrá un día en que por fin hablaremos. Tal vez en el 83 me venga a verlos y a conocer tu país. No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola.

Te quiere

Julio

París, 13-III-83

Mi querida Silvia:

A toda mi pena y mi vacío se agrega hoy otra tristeza. El año pasado, cuando Carol y yo estábamos en Nicaragua, un amigo se encargó de reexpedirnos el correo urgente que iba llegando a París. El último envío no nos llegó nunca; volvimos a París por la enfermedad de Carol, y ya sabés el resto. Ahora, en febrero, me fui de nuevo a Nicaragua, de donde acabo de volver. Entre la montaña de paquetes y cartas había el último sobre de reexpedición enviado a Managua y que por razones inexplicables no fue entregado. Muchos meses después, como ves, el correo lo devuelve a mi casa. Lo abrí esta mañana y entre las muchas cartas encontré un gran sobre con tu letra. Lo abrí (estaba dirigido a Carol) y encontré una muy larga carta que le escribiste con fecha 27 de julio de 1982. A esa carta agregabas la copia de otra carta tuya dirigida a una amiga. Como ves, Carolita no recibió nunca tu mensaje, y mi tristeza viene del hecho de pensar que muchas veces te habrás preguntado cómo era posible que ella no te contestara una carta tan larga. Ahora sabés por qué, y sé que lo lamentarás conmigo. Todo eso viene del absurdo de los largos viajes en que uno pierde contacto con el correo, y aunque pretende recibirlo en la forma en que te explico más arriba, los azares postales juegan juegos tan siniestros como éste. Quiero que lo sepas, porque para Carol tus cartas fueron siempre una alegría, un deseo de contestarte en seguida, una amistad que ella hubiera querido prolongar y enriquecer. Me sublevo ante la idea de que no pudo leer esa larga carta tuya, y que más de una vez debió preguntarse por tu silencio (aunque en el fondo no es así, ahora que lo pienso, pues estoy casi seguro de que mandaste postales y breves mensajes con posterioridad al mes de julio; pero ni siquiera eso me consuela ahora que tengo tu carta en las manos y no puedo llevársela con la alegría que siempre le entregaba su correo). Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado. Este departamento es sólo un lugar de trabajo, donde me concentro en la terminación del libro que Carol y yo hicimos juntos y que reseña ese viaje de París a Marsella que duró más de un mes y que nos trajo tanta felicidad. Cuando lo termine en mayo (falta montarlo, incluir las fotos, vigilar la traducción al francés, etc.) me pondré a traducir los relatos de Carol al español, pues quiero que alguien los publique; son hermosos. Dame noticias tuyas cuando quieras. Nunca he sido un buen corresponsal con vos, pero sé que comprendiste y que ahora comprenderás todavía más. Te mando un beso y todo mi afecto,

Julio

 Imagen: Julio Cortázar y Carol Dunlop

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