viernes, 19 de abril de 2013

Náufragos, dietas y el "buen ojo" de Hitchcock


 
Una de mis películas favoritas de Hitchcock (inevitablemente son varias) es "Náufragos" (Lifeboat -1943), una sensacional historia que tiene por único escenario el bote salvavidas de un barco, un ambiente más que suficiente para el desarrollo de una trama realmente interesante y aderezada con las buenas dosis de intriga y suspense que Hitchcock sabía imprimirle a sus trabajos. Una de las incógnitas que guardaba la película era como se las apañaría Hitchcock para cumplir con su norma de aparecer en todas sus trabajos, aunque fuera fugazmente. La solución la encontró en un periódico en el que tal y como vemos en la foto que acompaña el texto, aparece la imagen del director. Hitchcock estuvo siempre batallando con su peso y sometido por su mujer a una dieta imposible de cumplir por él. De este modo la imagen elegida para el periódico resulta una indudablemente muestra de su buen humor, al aparecer como protagonista de un anuncio de adelgazamiento, en el que hay un antes y un notablemente más delgado después. Un chico con recursos; no cabe duda.

La chica que mira la foto es Mary Anderson, una prometedora actriz, que nunca terminó de despegar del todo. Tiene una curiosa anécdota que puede que explique su estancamiento. En cierta ocasión Mary Anderson, mientras se sentaba en una silla cercana a la del director, le preguntaba a Don Alfredo:

-"Señor Hitchcock, ¿cúal cree usted que es mi mejor lado?
- "Querida, está usted sentada sobre él" 


 
Mary Anderson



Poema de "El tiempo detenido" - Carmen Rubio López

 
 
CARMEN RUBIO LÓPEZ (España)
POEMA DE "EL TIEMPO DETENIDO"

V

Lo mismo que una rara
versión de la inocencia te comportas.
Si sabes que no quiero recibirte,
¿por qué vienes a interrumpirme el sueño
a la hora en que duermen las mareas,
arrastrando tus pasos
como viento que navega sin rumbo?

Te posas, sin un ruido,
como ángel de papel en mi jardin cerrado.
Con ese simulacro de tormenta que traes,
me violentas el cuarto, te acomodas
al aroma sin dueño de mi vientre
mientras que yo me abrevio
por tus inmediaciones,
y trato de hacer pie en un tiempo de fuga.

Alevosía todo: tu atenta oscuridad,
este ilícito juego que muere entre dos luces,
el cambio de fronteras donde el mundo
me acoge sin preguntas.
Caen los muros. Ignoro
esa parte de mi que empieza a arrepentirse
y sostengo la noche y le corrijo
la fecha al calendario.

Vivo en esa mujer
que lleva el corazón con alambrada.
Dejo que me recorra
tu imperfecta ternura y me abandono
a punto de astillarme.
Lo que queda de mi es el temblor
de una hoja cayendo en el vacío.

¡Incendio de este abril, donde confundo
el sueño y lo real!
¡Que se rasgue la noche, que me rompa!
No puedo resistir la puja de un ausente
ni hallar entre el escombro
la cerradura al alba.

Puñales solidarios tus puñales.
Soy tan sólo un segundo de tu olvido.


El poema es obra de nuestra amiga Carmen Rubio López y forma parte de su libro "El tiempo detenido" (inspirado en el mito de Penélope) que fue Premio "Juan Alcaide" de Valdepeñas (Ciudad Real). Gracias Carmen!

El cuadro con el que se ilustra el poema es "Gala desnuda de espaldas" 1960. Óleo sobre lienzo. 42 x 32 cm. Se expone en la Fundación Gala-Salvador Dalí. Figueras. España.

Edgar Allan Poe: Letras oscuras




Hablar de “autores imprescindibles” en literatura sólo está al alcance de unos pocos. La influencia de la obra de Poe ha sido, y es, tan extensa y fundamental que podríamos incluirlo en el selecto grupo de los imprescindibles sin temor a equivocarnos. Su larga sombra alcanza a autores de renombre como Víctor Hugo, Julio Verne, H.G. Wells, Conan Doyle, Dostoevsky, Navokov, Melville, Thomas Mann, Lovercraft, Ray Bradbury o Stephen king por nombrar algunos.

Escribió cuentos, ensayo, novela y poemas entre el que habría que destacar “El Cuervo”.
Os dejo un fragmento

Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,
inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
"Es -dije musitando- un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más."


 (…)
Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
"Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más."
Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
"Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía."
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.


Esta entrada está tomada de la página del escritor José Manuel Pérez Padilla, que os recomiendo sin reservas que visitéis. Os dejo el enlace: http://www.facebook.com/PerezPadilla.Novelas?ref=ts&fref=ts