miércoles, 26 de junio de 2013

Agatha Christie: La reina del crimen




Sobran las presentaciones. Quizás mencionar que escribió 79 novelas, que su obra se ha traducido a casi todos los idiomas y que ha vendido más de cuatro mil millones de novelas. Hércules Poirot y Miss Marple fueron sus personajes más populares. También escribió relatos y teatro (suya es “La ratonera”).

Fragmento de “Diez Negritos”

Confortablemente instalado en la esquina de un departamento de primera clase, el juez Wargrave, jubilado hacía poco, echaba bocanadas de humo de su cigarro, recorriendo además con mirada sagaz las noticias políticas del Times. De pronto puso el diario sobre el asiento y echó un vistazo por la ventanilla. En este momento el tren pasaba por el condado de Somerset. El juez consulto su reloj: todavía le quedaban dos horas de viaje.

Fragmento de “El asesinato de Roger Ackroyd”

Mrs. Ferrars murió la noche del 16 al 17 de septiembre, un jueves. Me enviaron a buscar a las ocho de la mañana del viernes 17. Mi presencia no sirvió de nada. Hacía horas que había muerto. Regresé a mi casa unos minutos después de las nueve. Entré y me entretuve adrede en el vestíbulo, colgando mi sombrero y el abrigo ligero que me había puesto como precaución por el fresco de las primeras horas de un día otoñal.
En honor la verdad, diré que estaba muy inquieto y preocupado. No voy a pretender que preví entonces los acontecimientos de las semanas siguientes, pero mi instinto me avisaba de la proximidad de tiempos llenos de sobresaltos y sinsabores.

Fragmento de “Asesinato en el Orient Express"

”Eran las cinco de una madrugada de invierno en Siria. Junto al andén de Alepo estaba detenido el tren que las guías de ferrocarriles designan con el nombre de Taurus Express. Estaba formado por un coche con cocina comedor, un coche cama y dos coches corrientes.
Junto al estribo del coche cama se encontraba un joven teniente francés, de resplandeciente uniforme, conversando con un hombrecillo embozado hasta las orejas, del que sólo podían verse la punta de la nariz y las dos guías de un enhiesto bigote.

Fragmento de “El cuarto hombre”

El canónigo Parfitt jadeaba. El correr para alcanzar el tren no era cosa que conviniera a un hombre de sus años. Su figura ya no era lo que fue y con la pérdida de su esbelta silueta había ido adquiriendo una tendencia a quedarse sin aliento, que el propio canónigo solía explicar con dignidad diciendo "¡Es el corazón!"

Esta entrada está tomada de la página del escritor José Manuel Pérez Padilla, que os recomendamos sin reservas que visitéis. Os dejo el enlace: http://www.facebook.com/PerezPadilla.Novelas?ref=ts&fref=ts