viernes, 21 de octubre de 2016

Fragmentos de "Más allá del bien y del mal" - (1886 - Friedrich Nietzsche)





«La madurez del hombre consiste en recuperar la seriedad con que jugaba cuando era niño»

«Cuando un pueblo que sufre voluntariamente la fiebre nerviosa de un nacionalismo y de un patriotismo político ambicioso ve pasar sobre su espíritu numerosas nubes y perturbaciones de todo tipo, o, en suma, cortos accesos de estupidez, no queda otro remedio que resignarse»

«Los hombres más semejantes, más comunes, han tenido y siguen teniendo ventaja; mientras que los más selectos, más refinados, más excepcionales y más difíciles de entender corren fácilmente el riesgo de quedarse aislados, de perecer ante los peligros y de reproducirse en muy contadas ocasiones. Habrá que recurrir, pues, a fuerzas contrarias muy poderosas para poder hacer frente a ese avance natural, demasiado natural hacia lo semejante, que hace a los hombres cada vez más parecidos, más corrientes, más gregarios y más vulgares»

«Hay una forma inocente de admirar: la de aquel a quien aún no se le ha pasado por la cabeza la posibilidad de que algún día él también puede ser objeto de admiración»

«Muy pocos son independientes; este es un privilegio de los fuertes. Y quien, sin necesidad, trata de serlo, aunque tenga todo el derecho a ello, demuestra no sólo que es fuerte, sino sumamente temerario. Se mete en un laberinto, multiplica los peligros que ya entraña la vida, se aísla y es desplegado trozo a trozo por cualquiera de los minotauros que hay en las cuevas de la conciencia. Si ese hombre pereciera, sería tan lejos de la comprensión de los hombres, que éstos no lo sentirían ni le compadecerían. ¡Y él no puede retroceder ni regresar a la compasión de los hombres!»

«Por lo que más nos castigan es por nuestras virtudes»

«Guardaos de quienes valoran mucho el que confiemos en su tacto y en su sutileza éticos a la hora de hacer distinciones morales. Si se equivocan alguna vez delante de nosotros o a causa nuestra, no nos lo perdonarán nunca. De forma inevitable pasarán a calumniarnos y a infamarnos, aunque nos sigan llamando “amigos”. Bienaventurados los olvidadizos, pues “asimilarán” incluso sus necedades»

«El bienestar, tal como lo entendéis, no es para nosotros una meta, sino el fin de todo, un estado que hace al hombre inmediatamente tan ridículo y despreciable que nos hace desear su ocaso. ¿No sabéis que sólo la disciplina del dolor, del gran dolor, es lo que ha permitido al hombre elevarse? Esa tensión del hombre en el infortunio, que le da fuerzas, esa forma que tiene el alma de estremecerse a la vista de una gran desgracia, esa inventiva y ese valor suyos para soportar esa desgracia, para perseverar en ella, para interpretarla y utilizarla, junto con todo lo que se le ha entregado al alma de profundidad, de misterio, de máscara, de ingenio, de astucia y de grandeza, ¿no lo ha conseguido mediante el dolor, mediante la disciplina del gran dolor?»

«Quien ha sufrido profundamente, tiene una soberbia y un hastío intelectuales, y se siente impregnado y como coloreado por una estremecedora certeza: la de que, debido a su sufrimiento, sabe más de lo que pueden saber los más inteligentes y eruditos; la de estar familiarizado con muchos mundos lejanos y terribles en los que ha “habitado”, y que nadie más conoce. Esa soberbia intelectual y solemne del que sufre, ese orgullo de quien ha sido elegido por el sufrimiento, del “iniciado”, del que casi es una víctima propiciatoria, necesita todo tipo de disfraces para protegerse del contacto de manos importunas y compasivas, y, en general, de todo aquel que no le iguala en sufrimiento. El dolor profundo nos ennoblece y nos separa de los demás»


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